𝗨𝗡 𝗗Í𝗔 𝗖Ó𝗠𝗢 𝗛𝗢𝗬 21 𝗗𝗘 𝗘𝗡𝗘𝗥𝗢 2007 𝗛𝗔𝗖𝗘 14 𝗔Ñ𝗢𝗦 𝗘𝗟 𝗗𝗜𝗦𝗧𝗥𝗜𝗧𝗢 𝗗𝗘 𝗦𝗔𝗡 𝗥𝗔𝗠Ó𝗡 𝗩𝗜𝗩𝗜Ó 𝗨𝗡𝗢 𝗗𝗘 𝗟𝗢𝗦 𝗣𝗘𝗢𝗥𝗘𝗦 𝗗𝗘𝗦𝗔𝗦𝗧𝗥𝗘𝗦 𝗡𝗔𝗧𝗨𝗥𝗔𝗟𝗘𝗦 𝗗𝗘 𝗦𝗨 𝗛𝗜𝗦𝗧𝗢𝗥𝗜𝗔
Los efectos perturbadores del Fenómeno del Niño comienzan a manifestarse en el país, y es así que la parte oriental de nuestro territorio soporta una temporada de lluvias de particular intensidad. Esta vez ha sido la localidad de San Ramón, en la provincia de Chanchamayo (Junín), la que ha sufrido el embate de la naturaleza, con la crecida de los ríos Tulumayo, Chanchamayo y Huacará y huaicos de efectos devastadores.
De acuerdo a los informes proporcionados por el Instituto de Defensa Civil y las autoridades municipales, el desastre habría sepultado un centenar de casas en San Ramón y dañado otras 250, con el doloroso saldo de 16 personas muertas, 65 desaparecidas y unos 2,500 damnificados. Al mismo tiempo se registran graves daños en las carreteras y el principal puente de la zona se encuentra afectado y corre riesgo de ceder.
Si bien el gobierno regional y Defensa Civil ya han acudido en ayuda de los afectados y se coordina la distribución de carpas, colchones y frazadas, así como alimentos, el principal problema que se afronta es la destrucción del sistema de agua potable y alcantarillado, lo que hace que la población deba recibir el precioso líquido a través de bidones y dos camiones cisterna. Pero el riesgo sanitario no se encuentra conjurado.
Urge, entonces, canalizar ayuda hacia la zona del desastre y convocar a la solidaridad. Pero, superada la emergencia, es necesario pensar en soluciones de largo plazo, las que en este como en otros casos pueden sintetizarse en una sola palabra: reforestación. No debe olvidarse que la región que abarca la selva central es una de las más deforestadas del país. Se ha destruido la barrera natural constituida por el bosque, lo que hace que con ocasión de lluvias intensas el agua discurra libremente.
Lo mismo ocurre en las márgenes del río Huallaga, donde también se han registrado inundaciones. Antes de pensar en nuevas concesiones forestales, el Inrena y las entidades estatales y regionales que tienen que ver con el medio ambiente deberían plantearse la recuperación de esos ocho millones de hectáreas arruinados por la tala indiscriminada.
De otro modo, catástrofes como las que comentamos serán cada vez más frecuentes. Expresamos nuestra solidaridad con los familiares de las víctimas y nuestro pedido para que la previsión de desastres ingrese de una vez en el vocabulario nacional.
